miércoles, 9 de abril de 2014

el espíritu de los tiempos (10º)



- Buscar en el interior la propia esencia de cada uno implica un autosacrificio muy importante, donde la constancia y sobre todo la voluntad de uno mismo son el factor primordial para la consecución de dicho conocimiento. Muchas religiones basan sus dogmas en ese conocimiento y toda ética personal debería llevar implícito esta exigencia como la máxima expresión del yo personal. La esencia individual constituye el núcleo atómico y separado que conforma la globalidad de la sociedad. Mediante el arte busco mi propia esencia, en el interior de los sentimientos que impulsan mi obra creadora ahondo con el fin de alcanzar mi pureza, la pureza que persigo en mis actos y sobre todo en mi modo de pensar. He recorrido camino en esta búsqueda inacabable que es la vida pretendiendo lograrlo, y cuanto más lo busco y más camino recorro creo llegar a la conclusión de que tal vez, y solo entonces, al final del camino, conoceré mi presencia esencial.
            Isaac miraba sentado al borde de la playa las estrellas de la noche. El mar permanecía calmado a sus pies y lejos, en el aire, se olía la música proveniente del bar más cercano, que se escapaba por la ventana abierta. Mi boca apuraba la última cerveza que había visitado mis manos mientras sentía sobre mi cara la brisa nocturna.
            - ¿No entramos dentro? - pregunté murmurando.
            - - Espera un momento, ahora vamos - dijo en un tono bajo, como venido desde muy lejos para llegar a sus labios.
            - Dentro nos esperan - insistí.
            - Ve tú si quieres - contestó mudo con la mirada.
            Me senté.
            Isaac seguía mirando el mar, ni siquiera había hecho el más mínimo gesto al hablarme. Buscó con las manos en los bolsillos algo pequeño, encontró la piedra marrón y comenzó a quemarla. Tras unos pocos minutos trabajando en ello acabó el porro  y lo encendió. Algo raía su cabeza supurándole la tranquilidad. Las olas volvían y volvían y nadie las quería, y luego se marchaban dejando a Isaac donde estaba.
            - ¿Para qué te voy a engañar? Me siento solo, todos tenéis a alguien, Bormano anda ahí con Leslia, tu con Xania, Serban a Yerkari...
            - ¿Tú sabías lo suyo? - pregunté exclamando ante la naturalidad con lo que lo decía - lo podrías haber dicho y no hubiese sido necesario haberme dado cuenta de la forma en que lo hice.
            - Tú también lo sabías y no dijiste nada, a nadie le importa la vida de los otros. A mí no me espera nadie ahí dentro. ¿Para qué voy a tener prisa en entrar?
            Me pasó el porro y le di unas cuantas caladas aspirando fuertemente el humo denso que desprendía. Algunos granos de arena se colaban dentro de las zapatillas y producían un roce incómodo.
            - ¿Nunca has tenido la impresión de que podrías enamorarte de una persona solo por la belleza que irradia? No tiene por qué ser muy guapa, ni muy inteligente, ni muy buena, tiene que ser algo diferente; la forma de mirar, de moverse, de sonreír. Cuando necesitas a alguien cerca y no lo tienes, y un día tú me dijiste que necesitabas a Xania, digo que cuando no lo tienes no es difícil que tu subconsciente busque por ti la solución de la necesidad y se fije en ciertas personas que en otra situación no lo haría, o por lo menos no tan apremiantemente. Entonces te das cuenta que sería fácil amarla y dejar ser amado y lo solo que se encuentra una persona sin nada de eso. Me pasa a veces, hablas con alguien durante unas horas, o una noche y piensas en la conexión que hay entre los dos y cómo podría ser un amigo y cómo las circunstancias existentes te impiden esa relación; cómo apuras los minutos porque sabes que después no quedará nada. Lo mismo sucede cuando estás con una persona que te atrae y sabes que todo desaparecerá en un momento. Puede ser falta de amor, no lo sé, solo sé que luego te quedas pensando que hay algo injusto en todo esto y no le encuentras ninguna explicación. La vida no es justa, aunque supongo que no soy el único que opina lo mismo. ¿Ves el mechero? ¿Sabes por qué lo llevo siempre? Un día me lo preguntaste y te dije que era una larga historia. Me lo regaló una de esas chicas que te encuentras, con las que tienes conexión inmediata pero sabes que las circunstancias no te dejarán nunca. Sin embargo aquello duró más de lo que uno podía pensar en un primer momento. Acabé enamorado de esa chica, lo cual me reafirma en mi opinión de que uno puede enamorarse de una persona que sabe que le puede enamorar si le das un poco de tiempo. Era una chica preciosa, de esas chicas que da miedo mirar fijamente a los ojos porque antes de que te quieras dar cuenta ya solo puedes mirar sus ojos que te dominan completamente. Pero las circunstancias, que pude evitarlas pero que sabía que no podría esquivarlas, llegaron todas de repente y la chica se fue para no volver a ver más. Poco antes de marcharse me dio este mechero y por eso lo llevo siempre. Para mí, aunque duró poco tiempo, significó mucho y fue lo único que me traje de Mazur, porque todo lo demás me sobraba, no le debía nada a esa ciudad.
            Alguien estaba detrás nuestro. Era Bormano, que sin darnos cuenta y sin saber cuando había llegado permanecía callado y nos miraba, sobre todo a Isaac.
            - Vamos Pinkel, estamos todos dentro esperando a que aparezcáis, nos vamos a otro sitio. Además, aquí hace frío, este viento pega más fuerte de lo que parece. Vamos dentro y nos liamos más porros. Y tu Marcel, que tienes una mujer preguntado por el miembro del miembro que más le gusta, aparece pronto que si no busca otro, y seguro que lo encuentra. ¡Todos dentro!
            Y dicho esto nos levantó agarrándonos a cada uno con una mano y nos puso en pie. Nos limpiamos un poco la arena y entramos, dejando fuera al mar con su brisa y su arena, y del bar nos fuimos a otros muchos más hasta que el sol salió puntual a su cita y nos avisó de que el sueño estaba esperando su turno desde hacía horas.
            Nunca había visto tan fugaz a Isaac, aquella noche fue una sombra de su propia sombra, más cetrino que la ceniza más triste y más amarga. La inmensa paz del que no espera nada no era la paz de Isaac, buscando en el recuerdo compañía a su soledad solo conseguía sentirse más solo y darse mejor cuenta de ello, porque realmente sabía que en el fondo de todo él estaba solo y esperaba compañía, como todos, para sentirse más feliz, un poco más feliz, y un poco más afortunado. En un trozo de metal plateado parecía encerrar todo lo positivo de su pasado tan cercano y tan perdido que ahora recordaba para herirse de nuevo con la memoria, en la memoria, paulatinamente más difusa y más idealizada.


            Un día apareció por casa un tipo llamado Lio Lin. Era un chico joven, poco más de veinte años, de ojos rasgados y piel amarilla, de padres emigrantes asiáticos que se habían asentado en Martaux hace bastante tiempo. Lio Lin apareció por la puerta y se sentó en el banco azul. Detrás de él llegó Bormano diciendo que era un amigo que había conocido y que se quedaba a cenar. Nos sentamos todos en la mesa y alguien hizo unos cuantos huevos fritos para cenar. Luego Lio Lin lió unos porros y comenzamos a fumar. Serban también lió más y al final acabamos todos en la niebla.
            Lio Lin empezó a aparecer más a menudo por casa, Bormano tenía algún negocio entre manos con él y surgían y se desvanecían como las olas, siempre uno detrás del otro, salían y entraban dejando la puerta abierta. Lio Lin jugaba mal al billar, lo suyo era el ajedrez; se sentaba en la mesa frente a Serban o Yerkari y los machacaba invariablemente. Solo Isaac le hacía algo de sombra. Se sentaban ante el tablero y pasaban horas, luego se levantaban y se iban a vender la mercancía. Una noche acompañé a Lio Lin y a Bormano a colocarla; habían cortado el speed con algo que no sabía muy bien qué era, aunque a pesar de ello mantenía parecida cantidad. Primero fuimos al “Trikis”, aquel bar donde fuimos en Viernes Santo cuando Xania había acabado por mostrarme sus caderas. Había menos gente que en la anterior visita. Fui a la barra y pedí tres cervezas, las pagué y me acerqué al futbolín, donde tres individuos hablaban con Lio Lin de forma antinaturalmente natural. Lio Lin buscó con la mirada a Bormano, Bormano con las manos en los bolsillos, la bolsita blanca que sacó a la mirada de los otros y los billetes de los otros la mano de Lio Lin. El círculo de la vida se había cerrado en dos segundos. Se dirigieron unas palabras más y se fueron. Bormano comenzó a liarse un porro. Fuera las noches claras de Mayo ocupaban ya las calles y las chaquetas olvidadas comenzaban a amasar polvo en los armarios. Lo encendió y me lo pasó. Aparecieron otras dos personas. Las manos en los bolsillos, la bolsita blanca, los billetes, las otras manos, un par de palabras, adiós. Acabamos las cervezas y nos fuimos del “Trikis”. La noche fue una ronda  de bares del mismo modo, entrar, pedir unas cervezas, comerciar, acabarnos las cervezas e irnos; diez o doce sitios recorridos cruzando unas pocas palabras y unos cuantos billetes. Lio Lin era generalmente el que la colocaba. Jugamos algunos billares y nos perdimos en la noche de una discoteca subterránea, traspasados de rayas y de alcohol, hasta que el sol del mediodía apareció y llegamos para comer a casa.
            Estuve durmiendo quince horas, casi toda la tarde y toda la noche hasta el día siguiente cuando me levantó Isaac para conducir el camión. Había sido un fin de semana color gris, una de esas noches donde al acabar te das cuenta que por medio de ella no ha habido nada, excepto una parte de tu tiempo malgastado. Cuando me levanté todavía tenía ausente la cabeza y no había retornado del lugar donde la había dejado el Sábado. Isaac me dijo que se había quedado en casa, solo, y que Xania había preguntado por mí, le había dicho que podríamos salir a dar una vuelta el Domingo y que pasaría por su casa. Me olvidé, me quedé dormido; ahora tendría que ir a disculparme a su casa. El fin de semana se estaba volviendo más oscuro. Lio Lin era un tipo simpático pero de poco fondo, demasiado pragmático, no veía mucho más allá de la utilidad o la inutilidad de las cosas, del provecho que se podría obtener de las acciones ejecutadas. Aquel Lunes, mientras conducía y llenaba el camión de chatarra, mientras Isaac hablaba y hablaba dilatándome la cabeza aún no encontrada, seguí soñando despierto con los labios de Xania sobre mi piel y cómo estos me besaban una y otra vez hasta quedar exhaustos. De vez en cuando, de repente y rebelde, alguna imagen del sábado noche se colaba sin permiso y ensuciaba la conciencia, produciéndome hasta un extraño dolor de cabeza emanado del recuerdo.

chistes (39)



¿Cómo se ríe el ojo?
ojojojo


¿Cómo se dice campeón de buceo japonés?
Tokófondo.
¿Y subcampeón?
Kasitokó.


- ¿Que desea que hagamos con el cuerpo de su suegra? ¿Lo enterramos o lo incineramos?
- Las dos cosas… no corramos riesgos…

martes, 8 de abril de 2014

poesia 100


¿Dónde irán las horas
de juventud
cuando al paso del
 recodo mueran
como sombras
de un efímero sueño
en la orilla de la risa y belleza?
¿Qué será de nuestro oro
cuando en plata
o en polvo
o en nada se conviertan?
¿Cuándo esta luz clara
que nos guía
consuma el último átomo
y oscurezca?
Dios dirá:
¡He dejado de existir!
y alguien oirá:
Ya no vale la pena.

citas celebres (62)


Un pueblo sin literatura es un pueblo mudo.
Miguel Delibes (1920-2010) Escritor español.

La verdad es una ortiga; el que la roza apenas, se pincha; al que la coge con fuerza y resolución no le hace nada.
Moritz Gottlieb Saphir (1795-1858) Escritor alemán.

La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy.
Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.

Yo he conocido muchos matrimonios felices, pero ni uno solo compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible y sobrevivirlo.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.

Cuán terrible es lo que los científicos guardan en sus portafolios.
Nikita Jrushchov Político de la URSS.3

chistes (38)


Mamá, mamá; papá quiere tirarse de la azotea.
 Dile a tu padre que lo que le he puesto son dos cuernos, no dos alas.


Éste era un niño que se sube a un bus y le dice al conductor:
- ¿Cuánto cuesta el bus?
- Noventa céntimos.
Y el niño le dice:
¡Bueno, bájense todos que me lo llevo!


Entra una señora en la carnicería y dice:
- Déme esa cabeza de cerdo de allí.
Y contesta el carnicero:
- Perdone señora, pero eso es un espejo.

poesia 267


Tan despacio va,
tan despacio,
que mientras levanta la mirada
el tiempo se calla
y se vuelve lacio.
Tan despacio va,
tan despacio.

citas celebres (61)


Enseñemos a perdonar; pero enseñemos también a no ofender. Sería más eficiente.
José Ingenieros (1877-1925) Filósofo y psicólogo argentino.

La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada, y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.
Maurice Maeterlinck (1862-1949) Escritor belga.

Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo.
Blaise Pascal (1623-1662) Científico, filósofo y escritor francés.

Hay que evitar el combate en lugar de vencer en él. Hay triunfos que empobrecen al vencido, pero no enriquecen al vencedor.
Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931) Periodista, ensayista y poeta uruguayo.

Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.
Jorge Luis Borges (1899-1986) Escritor argentino.