martes, 4 de marzo de 2014

poesía 96



Podrán volver lágrimas de mi infierno
soledad, sin duda, ellos volverán
hechos hielo, de roja llama e incienso,
de amor extinguido, de oscuro cristal.
Podrán volver a llover otra vez
por mis ojos, por mi cara, mi rostro,
mi piel labrada por mil ríos secos,
arrastrando sueños muertos, rotos.
Todo acabará en el fin, en la nada,
en un callejón sin salida, en puerta
jamás cruzada, en risa sin pétalos;
moriré sin pasar mi primavera.

9,8 m/s (al cuadrado) (IV)



Echo de menos todas las sonrisas. Sonrisas preciosas. Sonrisas que me dieron. Soñar era fácil con todas esas sonrisas como almohadas. A veces cambian el disco, no siempre es la cara B...
  ... horas detrás de la ventana. Pegaba la nariz en el cristal y miraba fuera. Me recordaba mucho al cine, solo que era la misma película siempre. Era extraño. Todos fuera y yo en mi butaca, más fuera que ellos todavía. Yolanda siempre lo decía y nunca le hice mucho caso. En eso acertaba más que tú. Las sonrisas de Yolanda eran como helados de fresa que no se derretían, lástima que nunca me dejase probar uno de ellos... A veces se pasaba con la gente, pero a mí me daba sus sonrisas de fresa... Me pasé más horas detrás de la ventana que mirando los libros, normal que me costase tanto tiempo. Pero aprendí a saber la velocidad de las nubes y la habitación de las estrellas. Era como estar colgado en medio del aire, siempre mirando hacia arriba o hacia abajo, porque en medio solo había paredes...

 ... y no te he contado mi último proyecto literario, y de verdad me jode que no lo puedas leer, porque  creo que éste será el bue-no. Se va a llamar El Obrero Psicópata y empezará así, "un día Paquito se levantó pensando que sería más entretenido pasar el tiempo matando a sus compañeros que aguantarlos otros veinte años apretando el mismo tornillo con la llave inglesa". ¿A que es bue-no? Yo creo que sí. De todas formas, todavía hay que trabajar mucho sobre ello... Tú dejaste de escribir hace ya mucho. Recuerdo que escribías poesías. Algunas me gustaban, otras no tanto. Un día me dijiste que no querías escribir nada más y me parece que no lo volviste a hacer, o por lo menos nunca volví a leer nada tuyo.

 ... y parecía un ángel, dormida con su jersey marrón, sin nada más encima. Era por la cara de paz que tenía cuando dormía, como si en lo que soñaba pudiese vivir siempre. Ella estaba en su cama y nosotros en la otra, pegada al lado de la suya. Aquella habitación me trae buenos recuerdos. Tú siempre me preguntabas si Yolanda me gustaba. Yo solo decía que tenía una hermosa sonrisa...
 Como un helado de fresa. No me acuerdo muy bien pero creo que no te respondí a la pregunta. Nunca. O quizás sí. Da igual, fue hace mucho tiempo. Quizás la vea en el entierro, ¡Ojala!, hace tanto que no sé de ella, por lo menos desde que se fue de la ciudad...

 El otro día vi las fotos del cementerio y me acordé de Ekaitz subido en el escenario. Era muy bueno, realmente bueno. Después no siguió, lo dejó de repente. Y yo que pensaba que llegaría a algo... No sé quien me dijo que andaba por ahí, ya sabes, buscan-do cualquier cosa. Es curiosa la cara A, pensamos hasta que debiera ser como la cara B, y a veces hasta lo es. Ekaitz seguro que no opina lo mismo...

 Hasta creí que los fantasmas no volverían a escaparse de la caja. Pero se escaparon y Silvia lo supo. Te juro que lo intenté, pero no soy un héroe. Dijo que cuando madurase que ya volvería a quedar para hablar. ¡Llamarme a mí inmaduro, será puta!. Niña tonta de papá, todavía no sé cómo pudo surgir lo nuestro. Tú decías que no hacíamos mala pareja. Tú tampoco tenías ni puta idea, apenas la conocías, solo sabías lo que ten contaba yo. Y eso que empezó bien la cosa... Me parecía preciosa, y me lo sigue pareciendo, con su melena rubia y sus ojos oscuros, pero joder, en una relación hace falta algo más que atracción. Dijo que los fantasmas no habitarían su casa, que no podía luchar contra ellos, que madurase de una vez, y que luego hablaríamos.

 Aquellas primeras rayas eran la hostia. Hasta casi diría que fueron las mejores... no; creo que las mejores fueron las de los polvos, cuando follábamos todo puestos, esas si que eran la hostia. Sobre todo lo de la inauguración de tu primera exposición, a la noche. Fue por la tontería, ¿Te acuerdas?, pero nunca pensé que la coca en el capullo excitase tanto. Creo que fue la mejor mamada de todas... con las otras era distinto... ni siquiera... que nunca te lo conté... no sé por qué... tampoco tenías por qué saberlo todo, digo yo, el de León. Y ese sí que tuvo morbo, que nunca antes lo había imaginado, que no había pasado nada antes ni pasó después, pero en León me tiré a Yolanda. Solo una noche. Como lo oyes. En la habitación de ella, que recuerdo que estaba al lado de la que dormíais tú y la otra, que no sé cómo no oísteis nada, que los muelles eran una mierda. Aquello sí que fue antológico; y sin embargo no superó al de la inauguración. Faltó la coca en el capullo.

 ...haberlo visto. En el fondo daba pena el pobre viejo. Allí estaba, durmiendo al sol después de la comida. Me sonaba su cara de haberle visto alguna vez pasear por el parque. El caso que se quedó dormido en el banco. Total que fue el perro, bastante pequeño por cierto, y le empezó a mear en la pierna, hasta que se despertó el viejo y vio aquello. Había unos críos riéndose del viejo. Lo más triste de todo es que nadie ayudó al pobre viejo. Yo tampoco. Por mucho que digamos somos todos unos cabrones. El viejo se fue con su bastón y la pierna mojada y yo me quedé con Laika, mi pobre Laika, que ya hasta cojea, que no recuerdo ni los años que tiene, que daba gusto verla cuando te conocí, siempre corriendo de aquí para allá, y tu perro, aquel, Tom, oliéndole el culo por todas partes...

 ... y el otro día me senté al lado de la ventana y miré fuera. Fuera todo seguía igual. Eran las mismas casas. La misma calle. Los mismos coches aparcados. Creo que un día de estos haré las maletas y me marcharé a algún sitio distinto, nuevo. Aunque pensándolo mejor, más fácil será mirar por otra ventana...

 Dije que no quería, que no iría a más cementerios, y casi hasta juré que no iría más a ellos. Desgraciadamente uno nunca puede mantener este tipo de promesas. Si de algo estoy seguro es que un cementerio es uno de los sitios a los uno debe ir durante toda su vida, son como los retretes. Lo que nunca pensé es que iría a visitarte a uno de ellos.

 ...alguien oí decir que las estrellas eran las almas de los muertos. Por mucho que miro hacia arriba, hoy no puedo hacerme a la idea de cuál es la tuya, y eso que el cielo se está despejando. Me gustaría saber donde se situará la mía. Tú siempre mi-rabas a la estrella polar y decías que era la que más te gustaba. Y todavía recuerdo cómo la buscaste aquella noche, en la orilla del Sena, por aquel paseo parisino. La buscaste mucho, porque no me hacías caso cuando te hablaba, pero no la encontraste. Al día siguiente llovió y no pudimos pasear. Da igual, en el hotel nos lo pasamos bien, muy bien; pero a mi me gustaban esas estrellas... las mismas estrellas que ella nunca miró. Pero yo la que-ría... no sé por qué no le gustaban las estrellas... quizás por-que ella también había oído que eran los muertos que nos miraban desde arriba...

 Este puto trasto no me va a acabar el viaje, y eso que andaba, vaya si andaba. ¿Te acuerdas del viaje al pantano?. Parecía que nos íbamos a comer el mundo, tú y yo aquí dentro, con aquel sol que pegaba como un condenado.

 En la radio están poniendo canciones dedicadas y todas son de amor. Ésta es del primer beso de una chica. Nosotros nunca tu-vimos primer beso, ni último... con Patricia sí, en las escale-ras, debajo de la iglesia. Para mí un beso es importante. Quizás sólo sea una tontería... Después han venido muchos besos, pero no eran besos, faltaba algo... Al final los besos son como las palabras, casi siempre se lo lleva el viento... uno de tus cuadros se llamaba la promesa y eran dos labios enfrentados que parecían querer tocarse. Yo lo hubiese titulado...

 Cuántas noches soñé que regresabas y me abrazabas... Al final siempre era la almohada. Veo que he estado solo demasiado tiempo. Con Silvia casi nunca me sentí acompañado y Patricia fue hace tanto... en cambio, tú siempre estuviste ahí, pero... Creo que he estado solo demasiado tiempo. Silvia dijo que era culpa de los fantasmas, pero cuando lo que tienes vale tan poco como lo que crees que vendrá solo puedes echar la mierda atrás. A veces hasta en Agosto quiero llevar paraguas, no sea que el Señor Mierda se quede sin combustible y no encuentre mejor sitio para aterrizar que mi cabeza.

poesía 9



Tu suspiro por debajo
de una sábana sumergido
oí anoche en aquella
habitación oscura.
Se oyó un susurro bajo
y el grito de un ido,
y mi amada bella
dejó de ser pura.
El amor platónico
de toda una vida se rompió,
 y los cristales de aquel sueño
opacaron mi pupila.
Tu perfecto cuerpo arquitectónico
en ese momento me pareció
ser el atormentante dueño
de mi alma y su incesante esquila.
El amor que evaporé
de todo mi ser
ya no me daña,
ni siquiera me afecta.
¡Pero sólo Dios sabe cuánto le pregunté por qué!
y solo él sabe cuántas veces me hizo ver
que la vida no engaña,
que engaña la esperanza que uno se inyecta.
Desde aquel instante la egolatría
dirige mi inteligencia,
sabiendo que ningún efugio
me sirve ya de refugio
para escapar de la demencia
 a la que llegare algún día.

lunes, 3 de marzo de 2014

poesía 309



Habitaciones frías de blanco inmaculado.
Amor de blanco inmaculado.
Ni siquiera sé si me querrás mañana.
Mañana o pasado mañana.
O la semana que viene.
Grandes sábanas blancas
de una cama demasiado grande
para mí solo,
y una luz amortajada
en una esquina de mi habitación.
De mi corazón.
Las caricias son más reales
cuando se sienten de verdad,
y las mías ahora mismo son virtuales.
Es la puta realidad.
Me duele pensar
que puedo perderte por no estar ahí,
y comprendo que el viento
no te lleva mis palabras,
que por mucho que grite no te alcanzarán.
Yo te quiero,
y te quiero mucho.
Te quiero más de lo que he querido
nunca a otra mujer.
Más de lo que piensas,
y casi más de lo que yo mismo quisiera.
Pero me gusta quererte como te quiero.
Me gusta quererte.
Por eso tiemblo con un poco de miedo
cuando siento que la distancia
te está haciendo olvidar
cómo quererme.
300 días son muchos días para ser constante.
Incluso el mejor amante
necesita de vez en cuando
verse reflejado en las pupilas del otro;
y ahora solo te ves delante del espejo,
y solo me ves cuando cierras los ojos.
Y cada vez los tienes que cerrar más fuerte.
Más fuerte.
Más fuerte.
Mucho más fuerte.
Sé que si estuviera ahí
nunca escribiría esta poesía,
no haría falta.
¿Para qué?
Tendrías los ojos abiertos y las caricias reales,
y yo las manos ocupadas
recorriéndote la espalda.
Yo no te querría más que ahora,
y tú no necesitarías memoria,
solo sonreír.
Mi amor,
mi dulce amor,
que ya no me dices “te quiero”
antes de colgar,
hoy te escribo
y suspiro,
mañana, Dios dirá.
Solo me queda decirte
que aún confío en tu paciencia
y en tu fe
cada vez más dubitativa;
y que te espero,
que te seguiré esperando.
¿Qué otra cosa puedo hacer?
Sino esperar.