domingo, 9 de octubre de 2016

poesía nº 115

Don Jose Luis de la Mierda
Viste gabardina larga,
Gris, zapatos negros, limpios,
Y una chaqueta arrugada.
Viste un cigarro en la boca
Y en la cabeza sus canas.
Risa estridente en labio
Alcohólico, solo acaba,
No comienza, solo llora,
No sueña, solo esperanza,
Preguntándose hasta el fin
¿Cómo poder encontrarla?
El cielo por techo tiene,
Las estrellas por guardianas,
Y si alguna vez se pierde
Otra acera le da cama.
Toda su estima y su orgullo
En su apellido descansan,
Soñando que en un futuro
Imposible esto renazca.
Su cigarro va extinguiéndose,
Al igual que su palabra,
Y el humo se eleva alto,
Lejos, como su mirada,
Y al igual que éste en el cielo
Allí la tiene postrada.
Siempre una sombra divaga
Por la calle; es la suya,
Que del dueño huye y escapa.
Su historia nadie la sabe,
Acaso él, pero él calla,
Y él nada cuenta, nunca,
Jamás, es tumba sellada.
Una noche lo encontré,
Y con él su gabardina,
Sus zapatos negros, limpios,
Con su chaqueta arrugada,
Con su cigarro en la boca
Y su cabeza con canas.
Iba solo, como siempre,
Y como siempre lloraba.
- Un mal de los ojos – dijo
- algo que es cosa muy mala -.
Se quejaba del gobierno,
De sus sueños, del mañana.
Por un momento mi vida
Se cruzó en su senda amarga,
Y pensé triste, muy triste,
¿Qué será de él, cuando yazca
Muerto en alguna acera,
Cuando despunta el alba,
Y su cuerpo esté rígido
Y frío, como una espada,
Y su mirada se pierda
En el cielo, acabada,
Y el humo de su cigarro
No exista ya, ni haya nada?
Él se marchó por su lado,
Yo, por el mío, con calma;
Él fue en busca de una acera,
Yo, en busca de mi cama.
Sin embargo, todavía
Pienso en él, también en su alma.
Pero lo que más me duele
No es él, es saber que nada
En el mundo cambiará,
Y así como él llora y vaya
¿Cuánta gente vive muerta,
Sin una sola esperanza?

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