martes, 22 de septiembre de 2015

poesía nº 119

Un día te perdí en un camino
Abandonado y en la orilla, a un lado,
Tres cipreses crecieron hacia el cielo
Vistiendo de luto su largo paño.
Ramos, hojas y tallo en su mañana
Soñaban un “nomeolvides “ lejano,
Y sus lágrimas cubrían cansinas
Las verdes hierbas de aquel camposanto.
Una nube surgió de la espesura
Y de ellas golondrinas que llorando
Clamaban paz, libertad y un poco
De consuelo para su ajado llanto.
Volaron y desaparecieron,
Y después que ellas hubieran marchado,
Aquellos cipreses de luto, mustios
Y después secos, muertos se quedaron.
Así quedó mi adorado rincón,
Vacío, y después abandonado.
Ya no crece nada allí, es cierto,
Pero tal vez como en el pasado
Ocurrió, una flor vuelva a crecer
Lenta y frágil, pero firme y con ánimo,
Hermosa en la orilla de aquel camino
Donde una vez empezamos a amarnos.

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