martes, 3 de noviembre de 2015

citas célebres (253)

Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo.
Benjamin Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense.

Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber.
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.

El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.
Pablo Neruda (1904-1973) Poeta chileno.

lunes, 2 de noviembre de 2015

poesía nº 283

Soy la persona
del viento en tu ventana.
Soy el grito que irrumpe
en tu mente a la mañana.
Soy tu conciencia.
Soy quien limita tu paciencia.
Soy quien te hace temblar la voz.
Soy la sombra de mí mismo.
Me ves cuando miras en tu espejo,
soy tu imagen y reflejo,
pero no la verdad.
Soy tu sueño preferido.
Soy tu vicio pervertido.
Soy la esperanza que crees tocar.
¿Aún no sabes quien soy yo?
Búscame.
Encuéntrame.
Ámame.
Después descansará en mi regazo
tu cabeza de cristal.

domingo, 1 de noviembre de 2015

citas célebres (253)

Si no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte?
Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.

En el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche, viene una aurora sonriente.
Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.

Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes.
Bernard Le Bouvier de Fontenelle (1657-1757) Escritor francés

viernes, 30 de octubre de 2015

citas célebres (252)

Sólo una cosa vuelve un sueño imposible: el miedo a fracasar.
Paulo Coelho (1947-?) Escritor brasileño.

Para los historiadores, los príncipes y los generales son genios; para los soldados siempre son unos cobardes.
Leon Tolstoi (1828-1910) Escritor ruso.

La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto. La mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande.
Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo español.

miércoles, 28 de octubre de 2015

La distancia

A veces no te contesto para no estar pensando todo el tiempo en ti, porque podría estar todo el día escribiéndote. Al fin y al cabo, no quiero pensar en alguien que está a 2000 kilómetros de aquí. Sin embargo, estoy mirando el mapamundi y parece que estás cerca. Sé lo que es la distancia y no me gusta... Y sé, que si estuvieras cerca, no te escaparías de mis brazos.
Espero que en este preciso instante estés teniendo el más feliz de los sueños. Ayer me decías que tenías miedo de no verme. No tengas miedo, me verás, porque no me quiero morir sin volver a verte, sin volver a abrazarte, y sin volver a ver tu sonrisa mientras me besas. De lo demás, no sé nada. El futuro decidirá qué a de pasar. Mientras tanto, que sepas que mis manos, mis labios, mi cuerpo entero y mi pensamiento te pertenecen.
Y mañana con el nuevo sol ya veremos qué pasa. Bonne nuit, ma cherie.

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Buenos días. Me desperté durante la noche para ir al baño. Descubrí tu mensaje, así que la segunda parte de mi sueño fue un sueño real. Te sentí cerca de mí hasta volver a dormir en tus brazos.
Entiendo perfectamente lo que me dices. Sé también lo que es la distancia. Pero sé también lo que es estar sola, no tener a nadie a quien querer y no sentirse querida. Sin estos sentimientos no me siento vivir. Me siento simplemente pasar la vida.
Necesito escribirte porque provocas sentimientos de cariño, de ternura, de deseos y de amor, aunque es doloroso porque al fin y al cabo estamos lejos. Pero prefiero sentir este dolor que el dolor del vacío.

El barreiros de mi pueblo

¿A alguien una risa le trajo alguna vez un recuerdo? Todo nos trae recuerdos, una fecha, un color, un perfume, una palabra y por supuesto una canción. Todo tiene su poder de evocación.

El titulo de la columna de hoy viene de un tipo de mi pueblo que era conocido por su forma de reírse, que por lo visto se asemejaba al motor de los míticos tractores Barreiros. Yo me acuerdo de él por eso, de hecho, nunca supe cómo se llamaba.

Creo que a él le gustaba su risa, porque se reía mucho, aunque como al motor, al principio le costaba. Después cogía velocidad crucero y se pasaba un rato. No solo yo, todo el pueblo le conocía como el Barreiros.

Después con los años he visto que todo nos puede categorizar, etiquetar, clasificar. Incluso la risa. “Dime cómo te ríes y me mostrarás cómo calzas”. Porque en la risa proyectamos parte de nuestra forma de ser, de vivir. Y cada uno tenemos nuestra propia forma de reírnos.

Categorizar, etiquetar, clasificar… ¿Cómo se ríen los malos?, ¿cómo se ríen los ancianos? ¿Y los cultos, y los analfabetos? Si nos ponemos a caracterizarlos con una risa, el resultado podría parecer sorprendente por lo similares entre ellos. Nos hemos formado una idea de cómo se tiene que reír un malo, porque dentro de sus características una de ellas es esa risa maligna. Esto puede llegar a sorprender, especialmente, cuando por primera vez en tu vida ves cómo una persona de risa limpia y cristalina, pura, te clava un puñal por la espalda. A mí me pasó (metafóricamente), pero aprendí que la risa también tiene sus convencionalismos, y que es importante conocerlos.

Parecerá estúpido, pero para subir en la escala social un determinado tipo de risa puede ayudar a alcanzar una mayor cima. Porque los que están arriba ríen diferente que los que están abajo. O quizás se ríen igual, pero de forma distinta. El caso es que de la misma manera que la vestimenta esboza un rol, la risa también lo “viste” y lo perfila.

A mí, personalmente, la risa que más me gusta es la risa sincera. Esa risa que le sale a uno del alma y le parte el pecho de alegría y diversión. Porque la risa que no es sincera se percibe, uno recibe la impresión de que algo no encaja exactamente, una impresión que raspa. Hay que tener cuidado con la risa que no es sincera. Es preferible no reírse, que por no reírse tampoco pasa nada.

He comenzado preguntando por si a alguien la risa le trajo algún recuerdo alguna vez. Y pensando y recordando me he dado cuenta que tengo pocos recuerdos de risas, y aún menos risas que me hayan recordado alguna vez otro momento. Claro, con una canción es más fácil, la oyes muchas veces, y un estimulo hace saltar el resorte recordatorio. Sin embargo, con la risa es más complicado, porque el estímulo raramente está y no hace saltar ningún resorte.

Por eso quizás nos ponemos nostálgicos recordando la risa, porque no la podemos llegar a recordar, nos acordamos de cómo se reía la abuela, un amigo, pero no la risa exactamente. Queremos recordar y nos acordamos de su cara, de su ropa, de su sonrisa, pero de su risa y su perfume no.
Por eso la nostalgia, y porque la risa lleva implícito un momento culminante. Toda risa es un momento culminante, el propio cuerpo realiza una metamorfosis para adaptarlo a ese instante de exaltación. Raro es un recuerdo donde la risa y la tristeza vayan juntas. A todos nos gusta reír.
Sin embargo la sociedad premia cada vez menos la risa, no parece productiva ni responsable, no parece eficiente. Y la risa sí puede ser eficiente. De hecho, creo que una dosis adecuada de risas al día provoca un mayor rendimiento laboral y personal. Si el ambiente laboral es más distendido, y la realización de la tarea no se ve perjudicada por esta distensión, el resultado mejora. Yo mismo he tenido trabajos de por sí algo penosos, pero el ambiente de trabajo hacía más llevadero ese esfuerzo físico.

En definitiva, debemos reírnos más. La risa no solo es eso que suena en las series norteamericanas cuando alguien suelta una gracia. Debe salir del corazón para el corazón, y debemos considerar la risa un bien preciado que está ahí para hacer nuestra vida más llevadera y agradable.
Creo que el Barreiros no era muy listo. Además, era algo feo. Me parece que no escaló mucho en la vida, y ni siquiera sé si era o fue feliz. Solo me acuerdo de su risa. De lo que sí estoy seguro, que cuando se reía, se reía con ganas, y que en ese momento, a todos los que estábamos allí nos daba un poco de envidia su felicidad espontánea.

domingo, 25 de octubre de 2015

poesía nº 81

Despierta, abre los ojos
y mira a tu alrededor.
¿Qué ves? Seguro que nada,
la realidad es lo peor.
Duerme, cierra los ojos
y sueña con tu amor.
¿Qué ves? Seguro que nada,
tu sueño no es lo mejor.
Suspira, si quieres, que al
final la vida es sudor,
nada más, que para ver
hay que sufrir el dolor.