sábado, 24 de octubre de 2015

El humor con elegancia

Todos deseamos. ¿El qué? Cada uno tendrá sus preferencias… como dicen en mi tierra, cada loco con su tema. Pero es curioso, casi todos preferimos los chicos o las chicas guapas, los ferraris y los mercedes, los billetes grandes y con muchos ceros que los que no tienen ninguno. Es decir, y qué casualidad, al final, dentro de nuestra propia individualidad, casi todos deseamos lo mismo.

Del mismo modo, y aunque muchos lo neguemos a veces, la opinión de los demás sí nos importa, sí que realizamos determinados comportamientos con el fin de que los demás nos den su aprobación. Y aún más todavía, esa aprobación nos hace sentirnos mejor con nosotros mismos. Siempre es más agradable recibir una alabanza que una crítica, aunque quizá la alabanza no nos beneficie y la crítica nos ayude a avanzar.

Decía William M.Thackeray que “el buen humor es el mejor traje que puede lucirse en sociedad”. Yo, personalmente, no lo sé, porque no soy modisto, pero sí que pienso que es un traje lo suficientemente atractivo para que los que te rodean se fijen en él.

Thackeray tenía razón, creo. Sin embargo, se olvidó de definir eso de “el buen humor”. ¿Qué es eso del “buen humor”? ¿Estar contento, alegre? ¿O se refería a otra cosa?

Según mi criterio, se refería a humor de calidad, porque lo bueno suele ser de calidad. Y esto nos lleva a otra pregunta… ¿qué es humor de calidad? Seguramente ese humor que nos hace reír mucho, a carcajada suelta, cascadas de risas. Vamos, que es muy gracioso.

Hasta ahí, creo que todo es perfectamente lógico. No obstante, quiero recalcar otro aspecto, para mí, fundamental. Y es la elegancia. Porque existe mucho humor muy gracioso, pero que muchas veces cae en lo cutre, en lo chabacano. Que te hace gracia a costa de los demás, a costa de mofarte del que no se puede defender, del que se cae y se rompe la pierna por tres partes, y después ¡mala suerte! se le cae un jarrón encima porque al intentar levantarse ha tirado una columna de mármol que lucía en el hall. Eso tiene gracia en una película, pero si te pasa a ti, o a tu madre, ya no te ríes tanto, y es más, te fastidia que se rían los demás.

El humor elegante es aquel humor que consigue hacer reír, o por lo menos sonreír, sin necesidad de elementos negativos que caigan en el mal gusto, en el chiste fácil. Es aquel que demuestra inteligencia, porque la inteligencia es respetada por la gente inteligente; es aquel que al que lo recibe, lo escucha o lo ve, le hace sentirse mejor y más valorado, rebotando, proyectando, esa sensación de bienestar hacia quien la produce.
No es buen conversador quien habla bien sino quien escucha mejor, ni mejor amigo quien te da un buen consejo sino quien acepta tu decisión. Digo esto porque a todos nos encanta sentirnos el centro del mundo (¿acaso yo no soy el centro de mi mundo…?). Sin embargo, el humor elegante es el que da lugar a que el que lo recibe se sienta ¡él! el centro, el eje principal, porque el protagonista es quien lo recibe, no quien lo realiza.
Mucho podríamos hablar de todo esto. Yo, simplemente, quiero lanzarlo como reflexión de un calado mayor, más importante: ¿Se puede mejorar la sociedad con un humor más respetuoso, menos estereotipado, más educador? Al fin y al cabo, el humor solo es un producto social, un reflejo de la sociedad donde se desarrolla. Y es que cuando hacemos la gracia o nos reímos de la gracia, proyectamos un tipo de sociedad determinado. ¿Y es ésa la sociedad que queremos?

viernes, 23 de octubre de 2015

citas célebres (251)

Las cifras no mienten, pero los mentirosos también usan cifras.
Anónimo

Hay que evitar el combate en lugar de vencer en él. Hay triunfos que empobrecen al vencido, pero no enriquecen al vencedor.
Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931) Periodista, ensayista y poeta uruguayo.

El primer día de la primavera es una cosa y el primer día primaveral, otra diferente. Frecuentemente la diferencia entre ellas es más de un mes.
Henry Van Dyke (1852-1933) Escritor estadounidense.

jueves, 22 de octubre de 2015

poesía nº 108

Se remansa el cielo en tus ojos claros
y al mirarme en ellos remonta el vuelo
mi ilusión. Son mi espejo de alegría.
Son la luna llena donde me desvelo.
No respiro, no vivo, no acalla
la rota voz que se ahoga en mi interior.
Lo siento y no lo entiendo. Se me aferra
al desvivir y se muere en tu amor.
Llévame contigo, al infinito,
lejos, lejos, hasta el amanecer,
hasta la nada del día moribundo
y allí poder llegar a ser tu ser.
Llévame a la cara oculta del sol
y allí desnuda mi piel, beso a beso,
labio con labio, sueño con un alma,
con estrella iluminada y amor preso.
Pinta mi pensamiento en tus sueños,
imagina, adivina su figura,
¿Sabes que es? ¿Acaso una utopía?
¡No!... una isla peregrina en tu hermosura.

lunes, 19 de octubre de 2015

poesía nº 293

La duda del amor.
De mi amor.
El sueño eterno de mi esperanza.
El dolor de una incertidumbre pasajera
que sobrecoge
por la ignorancia de su duración,
que hace vacilar el paso del caminante
hacia su meta deseada.
La duda del amor.
De mi amor.
El horror a pensar
que uno pueda equivocarse en la elección
realizada con el corazón
para el corazón.
Toda mi vida en un puño,
y el puño escribiendo con temor
a perder la fe en la idea imaginada.
No quiero equivocarme
Porque no quiero dejar de quererte.
No quiero perderte
porque sin ti
soy una moneda de una sola cara.
La duda razonable
(de razón)
que enquista mi pensamiento.
La flor de mi voz que crece en primavera.
Mañana me levantaré temprano
y me marcharé
caminando donde brilla el sol;
tú verás el rayo que guía el paso,
y si quieres me encontrarás
en el lugar donde
tú y yo
seremos las personas más felices de este mundo.
Maldigo la opción
del perturbable pensamiento existencial.
Y mientras te echo de menos,
pienso esta hermosa tarde de inescrutable destino
en el designio de tu voluntad.
Todavía te quiero
con la fuerza del creyente en Dios.
Todavía te quiero.
Todavía te espero paciente.
Todavía pienso en dos.

jueves, 15 de octubre de 2015

Ahora ya da todo igual... pero era tan dulce tu querer...

A veces pienso que no estuve a la altura. Sin embargo, ese sentimiento no me ofende. Sé que es verdad. De todas maneras, poco importa. Si el tren pasó como pasa el viento a través de estas calles, o el tiempo sobre mi alma, que más da. El pasado es lo que no vuelve.

¿Pude haber estado a la altura? Sinceramente, y a largo plazo, no lo creo. No creo que hubiese podido negarme a mí mismo eternamente. No creo que todo esto fuese un error. Todo sucedió, todo pasó, porque tenía que pasar. Porque no puedes decir no al amor antes de empezar a amar como yo te he llegado a amar, a querer. Y sin embargo, los chispazos no pueden encender una hoguera permanentemente. Es necesario más combustible, más madera a la caldera, más constancia en medio del deseo, y más deseo en medio de la constancia.

Da tanta pena... ¿verdad? Que ni lo pienso. Mi cabeza todavía me permite eso, no escuchar al corazón por no terminarlo de rematar. Por no clavar más pequeños alfileres y evitar afiladas estacas, miro al sol radiante que indica dónde hay que mirar, donde está el punto de salida.

¡Me equivoqué tanto! ¡Y tantas veces! Que sólo esta ecuación me da como resultado que no había otra opción según estas premisas. Sólo el error era posible porque el problema estaba mal planteado. Ahora ya casi da igual. Y es ese casi el que todavía me preocupa, me inquieta y da esperanza, sabiendo de antemano que solo conducirá a la misma equivocación. Pero era tan dulce tu querer...

miércoles, 14 de octubre de 2015

citas célebres (250)

El amor y el deseo son las alas del espíritu de las grandes hazañas.
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

Los hombres están siempre dispuestos a curiosear y averiguar sobre las vidas ajenas, pero les da pereza conocerse a sí mismos y corregir su propia vida.
San Agustín (354-430) Obispo y filósofo.

Cuando alguien te lame las suelas de los zapatos, colócale el pie encima antes de que comience a morderte.
Paul Valéry (1871-1945) Escritor francés.

poesía nº109

El día en que yo me muera

¿Quién se acordará de mí?

Tal vez nadie, tal vez ni haya vivido,

tal vez siquiera existí.

La tierra en que yo descanse

¿Tendrá flor para lucir?

¿Tendré tierra de descanso siquiera?

¿Primavera en que morir?

Ya no exijo nada... paz,

tal vez, sueños que sentir;

no pretendo gloria, tampoco dioses,

ni algo, ni nada... dormir.

Son tus ojos mi desvelo,

es mi vida tu vivir,

el día en que yo muera vagabundo...

¿Te acordarás tú de mí?