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mucho caso. La última vez fue como un presentimiento, un presagio. No todas las
paredes tienen esquinas, es algo que he aprendido con el tiempo. Al final se llega
al mismo sitio y eso es otro algo que he aprendido, es como un círculo.
Círculos negros. Agujeros negros. Siempre decías que aquello de ahí arriba era
demasiado grande para meterlo dentro, que no cabía en el mar. O círculos de
humo. O de cristal. O de mierda, me da igual, yo no los he puesto. No la has
palmado, aquí todavía hay sitio para todos, creo, no hace falta que te marches.
Joder, si después de todo hasta tendrás razón, no es justo. Mi hermano se fue,
Silvia se me ha ido, tú te vas ahora... ¿Quién coño será el siguiente? El
círculo se hace más pequeño; al final solo quedaré yo y entonces no tendré con
quien jugar a nada. Y eso es muy triste, no es justo.
...debajo de tu casa y me acuerdo de ti. La
están dejando preciosa, la tendrías que haber visto, los árboles por aquí y por
ahí, no está mal... entonces nos callamos y andamos, juntos, a mil kilómetros
de distancia. En los tiempos duros uno necesita a una mujer cerca, aunque solo
sea una amiga. El otro día nos cruzamos con Keyta y me preguntó si estaba liado
con ella. Le dije que no, que solo era lo que era, nada más. Estaba más gorda,
esperaba su segundo hijo. Le felicité. Supongo que tener hijos debe ser bonito.
Cuando nos despedimos me miró cansada, como si algo de mucho peso le hubiese
caído encima. Parecía vieja, mucho más vieja que yo. Pero más feliz. Luego nos fuimos
al pantano en el coche. Este año anda más seco, es una pena. Fue un buen día,
agradable. Teresa es un buena mujer.
...
tiempo que no iba a París, y ojalá no hubiese tenido que haber ido hoy, o por
lo menos por esto. A veces recuerdo aquellos dos primeros viajes y entonces
abro la caja de zapatos y salen aquellos días. Todos en color, parecíamos tan
jóvenes, y sin embargo no ha pasado tanto, del primero unos diez años. Las fotografías
son un buen invento, no meten ruido, no se quejan, solo están ahí cuando tú
quieres, no son como los despertadores. Una muerta, tres casados, cuatro sin
curro fijo, uno en la cara B y los demás en paradero desconocido. Y yo. No
falta nadie. Cual-quiera lo diría cuando se sacó la foto. O alguno quizá sí,
vete a saber. El Louvre, el Sena, la Torre, Notre Dame... En fin, lo típico.
Tuvimos mal tiempo durante todo el viaje, lo recuerdo muy bien. Por suerte hoy
hará mejor. Será un buen día. El segundo fue distinto, sólo estábamos los dos.
¿Te acuerdas?. Siempre diciendo a alguien que nos sacase la dichosa foto, que
siempre había algún necio que la sacaba mal y luego no salía. No sé si fueron
mejores los días o las noches, solo sé que en aquella época soplaron bue-nos
vientos...
...¿Y
por qué no? Es lo que me pregunto siempre, después de todo, no lo hace
diferente, ni mucho menos de otra forma. Además, suponiéndolo, sólo es cuestión
de tener un poco de suerte en lo más importante, lo otro se puede aparcar a un
lado y esperar...
...quizás tuviese razón, no te lo niego.
Aquella película con el vacío en la cabeza, los Samshing rebotando en los
oídos. Después lloraste. No me gustaba verte llorar, nunca, me sentía extraño,
inútil. Como la última vez que te vi. Yo casi. Sin palabras. Sin besos. Ya no
los habrá. Sólo con la mirada. Tú te fuiste y yo me quedé viendo cómo
desaparecías entre las nubes. Lo peor de los despedidas son la vuelta a casa,
sobre todo cuando vuelves solo. Si hubiese sabido que era la última vez no te
hu- biese dejado ir, no te puedes imaginar lo rápido que se puede llegar a
marchar un avión hasta que no te paras a verlo.
Néstor
y Yukari me querían acompañar, pero yo les he dicho que no, que no hacía falta.
No podía tener a nadie cerca. Se han llevado una gran sorpresa, como para no
llevársela. Les caíste bien. Dijeron que eras una chica muy simpática. Fue una
lástima que te quedases tan poco. Te dije que en Otoño iría unos días a tu casa
y así volveríamos a ver todo aquello. Hubiesen sido unas buenas vacaciones...
ahora tendré que buscar otro sitio, o por lo menos otra gente. Supongo que iré
con Nestor y Yukari de acampada a algún sitio en la montaña, a los tres nos gusta
la idea, y así, de paso, ahorro algo de dinero, que el futuro se presenta
incierto. Me prometieron un aumento en la oficina, pero de eso ya hace tiempo y
todavía no he visto un duro de más. Joder, si encontrase un trabajo igual en otro
lado me iba, pero claro, bastante hay con lo que hay y más vale no tensar mucho
que como se rompa la cuerda ten por seguro que no encuentro otra. Y entonces te
digo yo quien va a pagar todo sin un puto duro en el bolsillo...
Más
vale un buen recuerdo que mil historias. Es algo que oí el otro día por la
radio y se me quedó. Lo dijo un tío que parecía majo, creo que tenía razón. Era
un programa donde la llamaba y contaba historias. Todas eran parecidas. Contaba
que estuvo con una chica y que todo acabó, que todavía la quería, todo eso;
como cincuentamilmillones de historias del mismo color negro. Realmente odio
esos programas, sin embargo a veces los pongo, no sé por qué, pero lo hago.
Debe ser un asunto de imbecilidad, algo intrínseco al ser humano. Debe ser un
asunto de imbecilidad, creo yo, porque siempre acabo acordándome de Silvia, de
su pelo, de sus ojos, de sus labios, de su cuerpo desnudo y cuando hacíamos el
amor. También me acuerdo de los fantasmas y del trozo de cielo azul. Después de
Patricia. Quizás valga más un buen recuerdo que mil historias, pero muchas
veces un recuerdo no basta, se queda muy pequeño para lo que me gustaría que
fuese. De todo fue hace tanto que uno ya no sabe si fue como fue o fue de otra
manera. Me da igual. Solo sé que ahora está con otro y parece feliz, o eso me
dijo. Patricia es pasado, pero que vuelve siempre, cuando sueño, cuando estoy
solo, cuando no quiero. Le hablé de los elefantes pero era como hablarle a una
pared. Yo no sé por qué será todo así, cuando pongo la tele todo el mundo parece
maravilloso, no sé por qué mi vida no puede ser igual. Silvia supo lo de los
fantasmas y salió corriendo, que si no sabía mantener una relación que no la
tuviese, que a ver quién era yo para jugar con los sentimientos de otras
personas de esa forma, que le había hecho mucho daño, pero que me comprendía y
lo sentía por mí. Te juro que nunca me he sentido más bastardo que enton-ces,
si algo odio es saber que el que ha fallado he sido yo.
No sé
si ya te lo he dicho pero un día de estos me voy a teñir el pelo de rojo...