Un
ojo. Otro ojo. Pelo.
Una
boca. La almohada.
Un
día pasado, no
muy
lejos, de noche clara,
las
estrellas por testigos
sus
ojos en ellos clavan.
Unos
labios cerca sueños
murmuran
y besos claman.
Se
gira y mira el techo.
La
lámpara allí, la cama
aquí.
Al final se besan.
Sus
recuerdos le acompañan
en
su insomnio cada noche.
El
corazón fuerte llama
en
el pecho al amor
de
aquella antigua amada
que
una vez estuvo entre
sus
brazos. Fuerte la llama
en
el pecho arde aún;
no
se extingue, no se acaba.
Sudor
tras el escenario.
Recuerdo.
Sudor. La sábana
húmeda
por el sudor
se
encuentra. Sudor. La almohada
por
la lágrima furtiva
también
se encuentra mojada.
-¿Nunca
has llorado, pequeño?-
Pregunta
– Él solo calla
y
llora. Sus labios buscan
labios
que besar ¿La amas
todavía?
¡No! Sí… un
poquito
solo…¡La amas!
-¿Nunca
has llorado, pequeño?-
Pregunta
su blanca almohada.
El
llora y calla. El mar.
Un
bar. Un aula. Ventanas.
Una
pizarra que verde
espera.
Arena y playa.
Un
árbol caído. Risas.
Una
tienda de campaña.
Sol.
Azul el cielo arriba.
Aquí
abajo la cama.
Vagas
por la hermosa hierba.
Noche.
Oscuridad. Tu alma.
La
rodeas con tus brazos.
Destila
amor su mirada.
Tu
sonríes. Ella se esfuma
y
desaparece rápida.
De
espaldas al techo estás,
destapado
y sin tu sábana
blanca.
Tu soledad negra
ahora
es tu guardiana,
y
tus lamentos amargos
la
fruta de su mañana.
Te
quiere, no te abandona.
Aplausos.
Muchos. Muchachas.
Muchas. Admiración ciega.
Pasión.
¡Éxtasis! Tu almohada…
Su
melena acaricia
la
ansiosa piel de tu cara.
Es
posible que cabalgues
solo,
muchacho, sin capa
que
te cubra de ese sol
que
no quema, que abrasa.
Ella
tal vez te quiera
todavía.
La esperanza
no
muere perdida y sola
nunca.
Esperará a tu alma.
Te
besa. Te besa. Sueña
que
eres feliz y descansa,
duérmete.
Seguro que otro
día
nacerá mañana.