martes, 29 de abril de 2014

chistes (65)



¿Qué hace un perro con un taladro?
Taladrando...


- ¿Fumas?
- No.
- ¿Bebes?
- Nada.
- ¿Eres infiel?
- No.
- ¿Ludópata?
- Tampoco.
- Mierda, ¿tienes algún defecto?
- Bueno, soy un mentiroso.


Esto es un hombre que se levanta de la cama y le dice a su mujer:
-¡Me he levantado con unas ganas de trabajar…!
Y la mujer toda sorprendida le dice:
-Madre mía: ¿Sí? ¿? ¿Y qué vas a hacer?
Y le responde el hombre:
 -Pues irme otra vez a la cama haber si se me pasa.

lunes, 28 de abril de 2014

citas celebres (94)


El amor es el único deporte que no se interrumpe por falta de luz.
Noel Clarasó (1905-1985) Escritor español.

Ahora puedo decir que el arte es una tontería.
Arthur Rimbaud (1854-1891) Poeta francés.

El amor es una cosa ideal; el matrimonio, una cosa real; la confusión de lo real con lo ideal jamás queda impune.
Goethe (1749-1832) Poeta y dramaturgo alemán.

La soledad, si bien puede ser silenciosa como la luz, es, al igual que la luz, uno de los más poderosos agentes, pues la soledad es esencial al hombre. Todos los hombres vienen a este mundo solos y solos lo abandonan.
Thomas De Quincey (1785-1859) Escritor inglés.

En toda negociación, el hombre honrado está destinado a llevar la peor parte, mientras que la picardía y la mala fe se apuntan finalmente los tantos.
Mika Waltari (1908-1979) Escritor finlandés.

poesía nº 285



Ambiente aparentemente estático.
Espacio contractual de ojos y miradas.
Leitmotiv perdido en ampulosas perífrasis
donde se esconden las palabras.
¿La cuestión es la importancia del significado?
¿Entiendes las razones de las leyes humanas?
El resultado que plantean los problemas
solo a veces son soluciones coherentes
de cómo aplicar las acciones proyectadas.
Dicen que me afecta directamente.
Yo solo entiendo de preocupaciones y esperanzas.
Mi soberanía depende de mi estado particular,
de mi reino valiente.
Mi persona no entiende de lógicas matemáticas.
La gente puede confundir fácilmente
los medios con los fines;
yo intento evitar perder
el horizonte que mi corazón señala
en el mapa de mi vida.
Palabras.
Palabras como tela de satén.
Palabras como esqueletos sin pelo ni piel.
Palabras como fondo
y como forma.
Palabras como norma legal
(¿legítimas?)
que subyacen en el yugo del libre pensamiento.
Es fácil confundir a la hormiga
en un gran centro comercial.
No es difícil engañar al que no sabe
de argucias literarias.
Tiene mérito poseer criterio veraz e independiente.
Miro las flores.
Siento sus olores.
Respiro el aire puro
y mudo me abstraigo del concepto
competente basado en el precedente jurisprudencial.
La hormiga prefiere el campo abierto.
El camino la oportunidad.
El alma un faro de luz sencilla
que nos guíe  en las olas del mar.
¿Yo?
Despierto y observo un mundo en construcción.
Mi vida.

el espíritu de los tiempos (26º)



- Creo que me di cuenta cuando tenía quince o dieciséis años, sobre todo en determinados momentos, los amigos hablaban de chicas del barrio como si fuesen cuerpos donde meter una polla, y yo sinceramente, las miraba y no les encontraba ese atractivo del que hablaban. Aquello me extrañaba y me preocupaba, yo también quería que me gustasen las chicas y hacer con ellas todo lo que decían que hacían. La verdad es que era un tema que nunca me lo había planteado hasta que los demás no lo empezaron a hacer a todas horas, miraba a las chicas e intentaba que me gustase la más guapa de ellas. Sin embargo el que comenzó a gustarme fue un chico de la cuadrilla, tenía unos ojos oscuros como la noche, era precioso. Aquello fue el detonante que hizo estallar mi cabeza, donde yo me movía era inadmisible que a un chico le gustase otro, era algo impensable, por eso comencé a pensar que la naturaleza me la había jugado, que era un producto defectuoso y que cualquier cosa que me pudiese suceder me estaría bien empleada por desgraciado. Comencé a obsesionarme con todo eso hasta dejar mi autoestima a cero dando círculos viciosos. Fue entonces cuando toqué fondo, todo me daba igual, y fue entonces cuando todo comenzó a cambiar. Por fin viajé hacia lo indefinible, me perdí en la abstracción para intentar encontrarme conmigo mismo, buscando en lo recóndito. Ahí nací, caminando en los círculos viciosos sin llegar al mismo sitio porque apenas se mueve, y fue ahí donde quizás lo encontré, en medio de la circunferencia, solo era cuestión de evitar las fronteras. Escarbé donde no me atrevía porque la ausencia de color no dejaba ver, fue un salto hacia delante pensando en nada, y luego solo flotar. Hay veces donde se debe hacer lo opuesto a lo razonable, conocí los rincones explorándolos y luego los abandoné para encontrar rincones nuevos donde poder arrastrarme sin prejuicios. Era como el humo, todo niebla, todo denso, impenetrable hasta la muerte, buscar la puerta y cruzarla sin importarte el pasado que no puede alcanzarte, que intentas que no pueda alcanzarte y espíe tus movimientos. Fue un viaje extraño, desnudo, sin equipaje para ir más ligero y más desconocido hacia eso desconocido donde nos conocemos todos en nuestra parte más oscura. No es fácil, me costó, de verás, bucear dentro no es como nadar fuera, la superficie puede esconder el dolor debajo e incluso ayudarte a respirar, pero dentro nada puede refujiarte de las heridas que más intimidan a nuestros sentimientos y mucho menos a nuestro subconsciente disfrazado de impurezas. Al final del salto encontré la verdad, el viaje hacia lo indefinible se materializó en la concreción de la realidad realizada y temida; tal vez lo que más me dolió fueron las lágrimas, verlas caer sobre las manos abiertas e impotentes ante el miedo. Con el tiempo el dolor se asimila y acaba reciclándose en la aceptación, luego termina siendo lo que debe ser, amor y placer. Te puedo asegurar que asumir que era homosexual me llevó su tiempo, de todas formas una vez asumido me quedé más tranquilo. Sin embargo para ocultarlo decidí ligarme a unas cuántas chicas, y así fue como cogí fama de ligón.
            Me sonrió y me besó. Resultaba extraño, aquello que había escuchado me parecía familiar, era como si volviese a la mente algo que había soñado hacía tiempo. Intenté sonreírle pero solo acerté a coger la botella y darle un buen trago, esta noche haría frío también y quería olvidarlo pronto. Isaac parecía feliz, me acariciaba el pelo y callaba perdiéndosele la mirada más allá de las baldosas. Hacía una semana aproximadamente que Isaac me acariciaba el pelo y me besaba los labios, parecía que aquello le tranquilizaba y le daba una mayor energía para intentar seguir adelante. A mí me daba igual.
            - ¿Qué día es hoy? - le pregunté por decir algo.
            - No lo sé, creo que es Martes.
            Quizá tuviese razón, tal vez hoy fuese Martes, aunque tampoco recordaba que el día anterior hubiese sido Lunes.
            - ¿Por qué lo preguntas?
            - Por nada, solo quería saber si había perdido la cuenta - respondí indiferente.
            - ¿Y la habías perdido?
            - No lo sé, simplemente no me acuerdo.
            Isaac se levantó y dio unos pasos apoyando el mayor peso sobre la pierna izquierda, se acercó al escaparate que tenía enfrente y se miró, la luz derrapaba sobre el cristal reflejándose la imagen, se quedó unos momentos observándose y volvió hacia el lugar donde me encontraba.
            - ¿Te duele hoy la pierna?
            - Un poco menos que ayer, ya sabes que cuando cambia el tiempo me duele, y hasta que no pasan unos días el dolor no disminuye un poco - dijo tocándose la pierna con las dos manos y presionándose con ellas sobre el muslo.
            - Fue mala suerte que te dieran en la pierna.
            - Peor suerte tuvieron los otros tres; ahora solo quisiera coger al cabrón del chino que nos metió aquí y matarlo poco a poco - murmuró Isaac con el mismo tono con el que siempre hablaba de aquel fatídico día.
            El tiempo había hecho que todo hubiese sido analizado mil veces, todos los detalles habían ido encajando en el puzzle hasta quedar solamente unas pocas piezas por colocar, sabíamos desde el comienzo que fue Lio Lin quien nos había vendido, lo que nunca habíamos podido comprender era por qué lo había hecho, al final habíamos llegado a la conclusión de que posiblemente la policía lo había cazado y había acordado con ellos nuestro pellejo, y aunque estábamos seguros de ello tampoco teníamos la certeza. El tiempo también había calmado el tono en la voz de Isaac, ya no era rabioso, acaso opaco y cenizo, pero el brillo de sus ojos parecía más intenso que antaño. Era como si su venganza todavía se alimentase de utopías, sin embargo de sobra sabíamos los dos que nunca podríamos tomarnos la revancha que deseábamos. De todas formas eso tampoco haría que Bormano, Serban y Yerkari volviesen a caminar.


            Ezer era igual que todas, con sus edificios altos y sus barrios periféricos, los mismos coches sobre el mismo asfalto, daba igual que distasen quinientos o mil o mil quinientos kilómetros unas de otras, tal vez unas con playa y otras no, un poco más de calor o un poco menos, pero en esencia la gente parecía la misma. Sin embargo ésta era más grande, parecía imposible abarcar todos los rincones que la conformaban. Martaux y aún más Mazur parecían hijas de Ezer; aquí los edificios se quedaban más cerca del cielo y la miseria más cerca del suelo, podía uno perderse sin miedo a cruzar por el mismo sitio en meses, incluso años. Era la madre de las ciudades, y como a todas las madres las hijas se le parecían, pero más jóvenes. Lo que caracterizaba a Ezer era la impersonalidad, flotaba en el aire, las personas no tenían nombres, solo lo tenían las calles, los edificios y los luminosos de neón de las noches bulliciosas en los barrios del pop maculado. Parecía imposible que alguien se encontrase a un conocido por la calle sin haber previsto encontrarse con él. Alguno la llamaba “la ciudad de los sueños perdidos”, porque en sus cubos de basura descansaban muchas de las esperanzas que tendrían que haber cambiado el mundo y  se habían quedado en el intento, cansadas de la búsqueda y sin un centavo en el bolsillo habían terminado con sus huesos durmiendo sobre la acera, tal vez, seguramente, en el cartón de al lado.
            A veces solía andar por ahí. Me gustaba recorrer las calles desconocidas y ver esquinas nuevas, casi siempre solo porque el tiempo discurriese más rápido, aunque cuando el tiempo no depende de la rapidez de los pasos lo que menos importa es la velocidad de los pies porque siempre se vive en la intemporalidad; sin meta el sentido del recorrido se convierte en absurdo. Era algo que había aprendido con el paso de los días, no importaba qué calles hubiese visto ni el tiempo que hubiese empleado en ello, al final volvía al mismo lugar con la misma perspectiva de futuro, era como si caminase en una recta infinita a través del vacío, siempre estaría en el mismo punto. Sin embargo lo circundante parecía evolucionar lentamente, podía observar cómo ciertas cosas cambiaban con la discreción de la que solo pueden hacer gala las grandes damas; el pasar las horas en la total inactividad había hecho de mí  un observador de puntillosa percepción, y es que cuando uno no puede vivir su vida al menos intenta vivir un poco de la de los demás. Y eso hacía yo, introducirme con la imaginación en la conversación que emanaba de los labios de alguna pareja al otro lado del cristal que separaba la cafetería de la calle, observar cómo una mano buscaba en un paquete rojo medio escondido un cigarrillo rubio para acercárselo a la boca mientras ofrecen fuego con un mechero de metal y después sonreírle el gesto atento, o tal vez mirar a la señora que siempre estaba sentada dentro del quiosco vendiendo periódicos, o revistas, o tebeos, o las golosinas de plástico y chocolate por un par de pequeñas monedas. Todo aquello me recordaba a veces a los días de vídeo continuo, matar las horas soñando vivir dentro de aquella pequeña pantalla que no era sino una ficción de celuloide y vanas esperanzas, abrazar a la chica que habría de besarme. Sin embargo siempre había algo que separaba, antes la pantalla, ahora todo un abismo infranqueable. Y es que podía verlo, nunca sin término medio, unos ojos de asco, de odio ( extraño sentimiento para un descogido), de pena, misericordia o caridad, curiosa palabra de la que ya perdí su sentido, y pasar de largo, siempre de largo, con los tacones negros diciéndote adiós.
            Ezer era igual que todas. ¿Acaso podía haber sido de otra forma? No, eso era algo evidente, hasta parecía ridículo poder planteárselo de otro modo. Lo había pensado muchas veces, tal vez en otra ciudad la suerte hubiese encontrado el norte en medio de la tormenta, pero el mero pensamiento de una posibilidad mejor a la realidad solo producía una extraña sensación de desasosiego que inflamaba el pecho de penumbra, de una mayor penumbra que la ya existente. No, era mejor no pensar en castillos de arena ni espiar a la mano del cigarro del paquete rojo, ni siquiera andar nuevas calles por las rectas infinitas del vacío, parecía doler menos dormir dentro de un cartón de vino.

citas célebres (93)



El beso es una forma de diálogo.
George Sand (1804-1876) Escritora francesa.

El arte de agradar es el arte de engañar.
Marqués de Vauvenargues (1715-1747) Moralista francés.

Necesitamos, en el sentido de la propia responsabilidad y de la responsabilidad común, más democracia, no menos.
Willy Brandt (1913-1992) Político alemán.

Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.
Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) Escritor estadounidense.

La vida no es sueño. El más vigoroso tacto espiritual es la necesidad de persistencia en una forma u otra. El anhelo de extenderse en tiempo y en espacio.
Miguel de Unamuno (1864-1936) Filósofo y escritor español.