lunes, 23 de diciembre de 2013

el espíritu de los tiempos (1)



Todos saben que jamás murmuré una
oración. Todos saben también que jamás traté
de disimular mis  defectos. Ignoro  si existen
una  Justicia y  una  Misericordia. Si  las hay,
estoy en paz, porque siempre fui sincero.

Omar Khayyam




PREVIO

- Soy Isaac, Isaac Pinkel.
            Corría el final de la década y las bolas de billar se deslizaban suavemente, pero con fuerza, sobre el tapete verde de la mesa de seis bandas. El taco besaba la bola blanca mientras el palo corría por la mano. Fuera los días también corrían por el final del otoño y el frío sonreía lascivo. Debajo de la lámpara las miradas observaban las trayectorias y se imaginaban las suyas propias. Nos presentaron y apenas me miró, el billar le absorbía lo suficiente como para aislarse completamente de todo lo ajeno a él. Acariciaba el palo con su mano derecha mientras estudiaba la disposición de las bolas. Volvió a acariciar el palo, lo cogió firmemente, como si fuese una prolongación de su brazo, se agachó, tanteó dos veces la trayectoria y de un movimiento exacto vio cómo la bola blanca comenzaba a jugar con las demás lamiéndolas. Finalmente la bolas seis marchó sumisa y se perdió por el agujero de la esquina. Se irguió, despacio, y los demás pudieron ver cómo le brillaban los ojos. Mientras, seguía acariciando el palo. Aunque nadie lo sabía, a él le gustaba compararlo con una polla perfecta; por eso le gustaba el billar, por eso y por el ruido que hacían las bolas cuando chocaban entre sí antes de morirse dentro de un agujero en una jugada perfectamente ejecutada. Para él podía ser tan importante una jugada bien hecha como un polvo bien echado. La disposición de las bolas, la estrategia a seguir, la ejecución bien realizada. En su fuero más interno comparaba el billar con el sexo.
            - No juega mal.
            - No, sabe de que va el juego - me respondió el que tenía al lado, un tipo extraño de tirantes rojos que llevaba sandalias.
            Me habían hablado de Isaac hacía mucho tiempo, pero hasta aquel día no lo había visto. Me lo había imaginado más alto, más fuerte.
 

viernes, 20 de diciembre de 2013

257



Pienso en los cuerpos que he deseado
y que nunca tendré.
También pienso lo contrario,
en las que pudieron desear mi cuerpo
y que nunca lo tendrán.
¿Cuántas serán?
¿Qué tipo de mujer? ¿Algún hombre?
Recuerdo que en sus cuerpos
a veces más de una esperanza
empecé y casi todas se acabaron,
en las curvas que soñé tocar
y nunca se tocaron por inalcanzables
o por miedo; incluso por respeto.
Hubo cuerpos exuberantes, provocativos,
cuyos nombres eran de clara voz
y fuerte sonido,
que solo dejaban lugar
para el instinto primario de poseerlos
apasionadamente y luego
amarrarlos en el olvido;
otros tímidos y que no llamaban
a la puerta del deseo más que muy despacio,
no con la mano, solo con la yema de los dedos,
que solo se oían cuando había silencio
y cuyo ruido no era ruido, sino música
lenta y dulce que escuchaba placentero.
De todas estas ilusiones
solo de unas me quejo,
de aquellas cuyo deseo fue recíproco
y que nunca se supieron,
o de aquellas que ya supe
cuando todo se había acabado,
de aquellas cuyo cuerpo
no fue más que la imagen
de un amor que existió o pudo existir
y que al final solo pudo ser su reflejo.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

240



Recuérdame que diga tu nombre
El día de tu tumba.
Que las luces no se apaguen
Si el confeti se acaba y la risa no despierta.
Quiero que siga la fiesta,
Mordiendo a pedacitos cortos cada uno
De los trozos que me dejes (si aún te quedan).
Que nadie respire el aire.
Que nadie consuma nuestra piel.
Daremos media vuelta cuando alguien
Cante en nuestra voz para después vencerla,
Y si a alguien se le ocurre otra cosa
Dile que ya no hay sitio para otro más
En esta retina crepuscular,
Que la dulzura,
La dulzura, digo,
Ya no es pura,
Que tampoco es púrpura la tela.
Ahora dame un beso.

310



Dame tu amor
y te querré toda la vida.
Dame todo tu amor
y el error será
no volver a creer
en la fe y la voluntad
que nos hizo caminar
juntos cada día.
Todos los días.
¿Perderás la inocencia con los años?
¿Pasarás la edad de los sueños que soñamos?
¿Qué te hace pensar
que la madurez te hará más feliz?
El alma es como el agua.
No te quedes con el espíritu helado.
Mi corazón antes de morir
pensará en ti.
Y cuando resucite quiero
que vuelva a nacer
con tu corazón al lado,
con el agua tibia de tu sonrisa
limpia agitando las olas
que hagan volar nuestras manos.
Y tengo miedo.
Mucho miedo de perderte.
De no verte más
y que mi fuente se seque.
No quiero volver
a ser un tronco seco.
No tener hojas verdes en mis ramas
sino almohadas abrazadas a mi cuerpo
como una serpiente hermana.
Mírame.
Mírame despacio.
Mírame bien.
Mírame con calma
y dime qué ves dentro de mi alma.
Dime qué ves,
y si no ves nada
no quiero ciegos junto a mí.
Y si no te ves
no quiero espejos
sin reflejos junto a mí.
No quiero.
Mírame.
Mírate bien,
y dime lo que sientes,
y si no te mientes
sabrás cuál es la verdad.
La respuesta a tu pregunta.
El camino que has de continuar.
Mi amor,
Temblándome la voz te digo
¿Qué me vas a contestar?